Abraham tuvo que estar a punto de perder a su hijo para darse cuenta de que nada le pertenecía. En ese momento entendió que él tenía todo lo que debía tener, porque tenía a Dios. Tenerlo todo es tener a Dios. ¿Cómo desprendernos de las cosas para tenerlo todo? En este devocional, descubriremos que Jesucristo nos dio la calve. Antes de que Dios creara al ser humano, preparó para él un mundo lleno de unas maravillas que el libro de Génesis llama simplemente “cosas”. Estas cosas que creo Dios eran hermosas, y habían sido creadas para el sustento y deleite del hombre y siempre debían ser externas a él. Es decir que, en lo íntimo del corazón del hombre debía de haber un sitio ocupado únicamente por Dios. Afuera del corazón podían estar todos los regalos con que Dios lo había bendecido; pero en el trono del corazón debía estar solo Dios. Lamentablemente el pecado del hombre hizo que los dones se convirtieran en instrumentos para dañar su propia alma. Así que los problemas comenzaron cuando Dios fue expulsado de Su santuario en el corazón, y las “cosas” con que Dios nos había bendecido ocuparon su lugar.
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